La reunión de los presidentes de las dos mayores economías del mundo centró la atención de los actores del sistema internacional. Efectivamente, Donald Trump y Xi Jinping debían resolver temas económicos, políticos y de seguridad regional y global.
Más allá de las cuestiones relacionadas con el desbalance del intercambio comercial entre ambos países -la cual favorece a China en 347 billones de dólares, lo central de la reunión fue la decisión del presidente Trump por bombardear Siria. A este respecto, en oposición de su pilar central de “America-First”, el presidente de los Estados Unidos pareciera estar cambiando la base de su mensaje sobre Política Exterior; ajustándola a un tipo de intervención selectiva.
No hay dudas que esta decisión tuvo un mensaje claro para China y Xi Jinping: Estados Unidos desea (y estaría en condiciones) de seguir jugando un rol en Asia. Sí, la acción militar fue en Siria, pero las tensiones en materia de seguridad con China también son parte de los intereses de Estados Unidos en la región de Asia.
Sin embargo, no hay claridad del real análisis que Xi Jinping hizo de este mensaje. En otras palabras, no hay claridad si China -a partir de esta acción militar llevada adelante por los Estados Unidos, cederá y tomará una posición sumisa. O por el contrario, es una instancia en que decidirá dar una demostración clara del presente de China. La cuestión es que hay mucho en juego. Lo que está claro, es que la actual posición y momentum chino no es la misma que cuando Xi Jinping tomó el poder.
Efectivamente, por un lado se asume -al analizar los medios de comunicaciones occidentales, en que China está dispuesta (y habría sido presionada) a tener una posición condescendiente con una mayor presión de Estados Unidos. En especial, el haber sido presionada para tener un más activo rol en el control e incluso detención de los programas nuclear y de misiles de Corea del Norte. Por el otro, luego de ver las informaciones (en inglés) de medios chinos, no pareciera que China habría cedido a tales presiones; sino que abocado a mantener una distancia y mensaje de actor con nuevos bríos en el Asia y el Sistema Internacional. Es altamente improbable –casi imposible, que China, como lo da a entender el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Rex Tillerson, hubiera entendido que la declaración de Donald Trump de que una (o alguna) “acción debe ser ejecutada” en relación a Corea del Norte, involucre una intervención militar. Esto va en contra de toda lógica y menos con una China que tiene intereses geoestratégicos diversos en el norte y sur de Asia.
Es precisamente, este último punto el que refuerza mi convencimiento que la respuesta de China fue clara: Corea del Norte es un asunto de China y ninguna intervención será permitida sin la resolución y participación de China. Solo esta posición de China podría explicar la reacción de los Estados Unidos que solo horas después de haber terminado el encuentro bilateral, decidiera enviar al grupo naval de ataque, conducido por el USS Carl Vinson a las cercanías de las aguas de la península de Corea.
La cuestión es lógica: no puede existir una posición de beneplácito de China en la opción que Estados Unidos ataque militarmente su área de influencia directa. Va en contra del trabajo que China ha realizado en cuanto a desarrollar y establecer un mayor poder e injerencia en la región. Es un hecho que una Corea del Norte con capacidad nuclear de largo alcance (misiles intercontinentales IBCM) es inaceptable para la región y el mundo, pero parece altamente improbable que la solución permitida sea una intervención militar de los Estados Unidos. Sobre todo por lo que esto proyecta en el poderío de China.
De este modo, desde la perspectiva de las proyecciones, lo primero es reflexionar que para China aceptar (e incluso tolerar) una acción militar confirmaría que la supremacía de los Estados Unidos sigue siendo una realidad en Asia. Segundo, esto implicaría un significativo retroceso en lo que ha sido el proceso de ascenso chino. Tercero, impediría seguir avanzando en su proceso de consolidación. Cuarto, pondría en peligro el poder de Xi Jinping y con ello la estabilidad de China. Quinto, potencialmente abre un conflicto indefinido en su alcance y proyección, donde no hay dudas que China –como lo hizo en las guerras de Corea y de Vietnam, tendrá un rol activo.