Mientras Kamala Harris promete subsidios para compradores, Donald Trump apuesta por incentivos fiscales a corporaciones inmobiliarias. Entre tanto, los inversores latinoamericanos ganan terreno en Florida en búsqueda de estabilidad financiera.
Ya sea bajo el sol de Miami o frente a los Grandes Lagos en Chicago, el mercado inmobiliario de Estados Unidos afronta un año complicado. La respuesta está en los elevados precios de viviendas, que disuaden a más de un comprador potencial en apostar por una casa. Por si fuera poco, muchos propietarios no quieren vender sus propiedades, pues corren el riesgo de perder las bajas tasas de interés hipotecarios que obtuvieron durante la pandemia.
“En general, el mercado inmobiliario de EE.UU. ha sufrido una caída, ya que las tasas de interés y financiamiento han sido bastante altos, en comparación a años anteriores. Entonces, esto no ha incentivado a los compradores a tener mayor flexibilidad para comprar”, declaró Peggy Olin, Presidenta de la inmobiliaria OneWorld Properties a AméricaEconomía.
Sin embargo, Olin señala que la crisis del sector inmobiliario afecta en diferentes grados a cada región de EE.UU, dependiendo de los climas y las preferencias de los usuarios. Por ejemplo, el sur de Florida históricamente ha atraído a compradores de otros Estados por el clima cálido y el pago de impuestos menores.
Esta diferencia ocasiona que los compradores del Sector A sigan adquiriendo propiedades de ultra lujo con valores superiores a US$ 5 millones en Palm Beach y Miami Beach. Y si bien los desarrolladores inmobiliarios buscan satisfacer la demanda de este perfil de consumidor, no dejan de representar una minoría.
“Luego, hay un perfil de comprador, que lo conforman empresarios o empleados de corporaciones grandes, que quieren mudarse a Florida, y están buscando una propiedad de entre US$ 1,5 millones y US$ 5 millones. Aquí el proceso de venta que requiere este tipo de comprador es más alargado debido a que el clima político y financiero afecta más estas decisiones, ya que toma más en cuenta si los clientes pueden financiar la inversión o no”, explica Olin.
Además, hay un tercer perfil de comprador: los inversionistas extranjeros que adquieren propiedades en Miami y otras ciudades del sur de Florida como un amparo para su propia moneda y mantener su capital en EE.UU. o tal vez evaluar una opción para mudarse.
Esta búsqueda de confianza en una economía fuerte ya se manifiesta en estudios recientes. Como muestra, en agosto de 2024, la National Association of REALTORS (NAR) reveló que los latinoamericanos ya representan el 29% de los inversores extranjeros en bienes inmuebles en Estados Unidos. México y Colombia encabezan el podio entre las naciones de habla hispana.
De hecho, según Dividenz, la plataforma de inversiones en real estate en EE.UU., reveló que los inversores mexicanos destinaron entre 2023 y 2024 más de US$ 4.200 millones a esta industria, principalmente en Texas (48%), California (18%) y Ohio (6%). Por su parte, Colombia invirtió US$ 900 millones, destinando la mayoría a Florida (80%), California (13%) e Illinois (7%).
“La inseguridad política y la devaluación de las monedas motivan a sacar las inversiones de sus países de origen para destinarlas a un lugar más estable. Aunque es algo que varía según la situación del país: hoy son México y Colombia, pero si regresamos tal vez tres años atrás, eran Chile y Perú”, explica Olin.
Otro aspecto que sobresale en el estudio de Dividenz es la importancia de las inversiones chinas y canadienses en el Real Estate estadounidense. El dragón asiático ha invertido más de US$ 13.600 millones, representando una cuarta parte del total. Sus mercados predilectos son California (33%), Florida (16%) y Texas (8%).
De acuerdo a la vocera de OneWorld Properties, la preferencia del dragón asiático por la costa oeste sobre el sur estadounidense guarda un motivo clave: la Ley SB264. Esta iniciativa legal del gobernador de Florida, Ron DeSantis, establece, entre otras restricciones, que los ciudadanos chinos sin residencia permanente no pueden comprar una propiedad en el Estado. Los vendedores y agentes inmobiliarios también pueden correr una suerte similar. “Esta medida ha frenado sus inversiones en el sur de Florida, a excepción de aquellos chinos que tengan residencia americana”, añade Olin.
En cambio, Canadá refleja la tendencia opuesta: el vecino del norte ostenta el tercer lugar en inversiones en real estate con US$ 6.600 millones (10%) y su destino preferido es Florida (55%), mientras que Arizona (14%) y California (4%) cierran el podio. “No necesariamente los compradores canadienses se deciden por Miami, porque muchas veces escapa a sus rangos de precios, pero normalmente eligen Florida y otros estados cálidos, porque buscan lugares agradables donde pasar sus inviernos”, explica la vocera.
LAS POSIBLES CONSECUENCIAS ELECTORALES
Más allá de los asuntos climáticos y macroeconómicos que afectan al sector inmobiliario, hoy, toda la atención está puesta en las elecciones presidenciales de este 5 de noviembre. Tanto la vicepresidenta Kamala Harris como el expresidente Donald Trump mantienen posturas claras sobre la gestión del sector.
Para empezar, bajo la consigna de crear una “economía de oportunidades”, la candidata del Partido Demócrata promete expandir las inversiones en infraestructura. Las medidas asistencialistas también vendrían en el paquete: Harris quiere introducir un crédito fiscal para constructores que desarrollen viviendas para compradores primerizos. Estos últimos recibirán como apoyo económico un subsidio de US$ 25.000.
En la misma línea, los demócratas proponen otorgar un crédito fiscal de US$ 6.000 para familias jóvenes para “fortalecer la clase media”. Sobre esta propuesta, Olin mantiene ciertas dudas. “Creo que ese monto serviría para que una persona primeriza pueda adquirir su primera vivienda. No creo que eso cambie drásticamente los números que podríamos ver ni que sea suficiente para una familia”, sostiene.
Sin embargo, una victoria del republicano Donald Trump también contaría con desafíos marcados para el mundo inmobiliario. El expresidente, un magnate de este sector, ofrecería una reducción de impuestos favorable a desarrolladores y propietarios de grandes corporaciones. Tampoco se pueden olvidar sus políticas migratorias restrictivas que atemorizan a inversores extranjeros.
Al respecto, Olin opina que si Trump repite la política de su primera administración (2017-2021), sería un error. “En su momento, los incentivos fiscales lograron que las compañías inmobiliarias dispongan de más recursos e impulsen proyectos estancados. Aunque también se pudo, porque teníamos tasas de interés mucho más bajas, lo que demuestra que un solo incentivo nunca será suficiente”.
Bajo esta premisa, Olin recomienda que el próximo gobierno estadounidense, sin importar su color político, debería reducir los impuestos para los compradores primerizos de viviendas y los desarrolladores de viviendas asequibles (affordable housing). “Porque actualmente, los precios de las propiedades son demasiados altos y eso prohíbe que una familia promedio pueda adquirir su primera casa”, afirma.