Más allá de la ceremonia hecha por Beijing, con marchas multitudinarias y el despliegue de su ejército, los 100 años del PCCh llegan en un momento en que la polarización global apunta a un mundo que se divide entre quienes buscan acercarse a China y quienes temen su creciente poder e influencia mundial.
La escena de ayer jueves en Beijing se parecía mucho a los documentales de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. Es una imagen que hemos visto cientos de veces. El líder desde un sitial de privilegio, con uniforme militar o, en este caso, Xi Jinping con su chaqueta de cuello Mao –el símbolo fashion chino del siglo XX– saludando el paso de los tanques y los aviones. Mientras la multitud con banderitas aplaude enardecida el poderío de la nación, encarnado en la figura de su líder.
Se trata de una puesta en escena que, junto a la corona de flores frente a la tumba del soldado desconocido o la mano en el pecho durante el himno nacional, ha sido parte inseparable de la política global.
Como consignó Reuters, el gobernante Partido Comunista (PCCh) celebró su centenario expresando orgullo por el desarrollo de China, con el presidente Xi Jinping elogiando el "nuevo mundo" creado por el pueblo chino, desde la plaza central de Tiananmen de la capital. En su discurso, Xi también reiteró un llamado a acelerar la modernización militar.
Una vez que los helicópteros y jets con su estela de humo desaparecieron en la distancia, un grupo de espectadores risueños rompió en una canción revolucionaria de la década de 1940: "El PCCh se afana por la nación […] lleva a China hacia la luz ", destacó Reuters.
Algo de lo que el país y sus ciudadanos están conscientes, pues si bien la mayoría de los entrevistados por Reuters dijeron que estaban orgullosos de la fiesta, ya que el partido gobernante había mejorado la vida de los chinos y había controlado efectivamente la epidemia de coronavirus, también hubo espacio para sincerar preocupaciones.
Y es que la paradoja es que, si bien hoy China produce todo tipo de bienes, como los populares smartphones Xiaomi, casi todos los chips clave de esos y otros productos que el país manufactura, todavía son importados.
Las principales preocupaciones del pueblo chino hoy, como destaca la agencia de noticias, parecen ser tres: la defensa nacional en tiempos turbulentos –no por nada la noticia principal en muchos medios es lo que dijo Xi Jinping sobre la rebelde Taiwán–; la independencia tecnológica; y también la falta de libertad para los ciudadanos en China, donde el espacio para la disidencia se ha reducido drásticamente desde que Xi asumió la presidencia en 2013.
"China necesita progreso. Especialmente en términos de libertad y democracia. Esto sería bueno no solo para los ciudadanos, sino también para el gobierno y toda la sociedad", habría dicho un técnico local, de apellido Qin a la agencia Reuters.
DISPUTA POR HEGEMONÍA
“Este centenario encuentra a China en un sitial de potencia económica, disputando con Estados Unidos el liderazgo económico global, con un importante liderazgo en infraestructura, particularmente en los trenes de alta velocidad”, dice el economista chileno Osvaldo Rosales.
La fecha ha sido imposible de obviar en Occidente, con medios como Nikkei o la misma agencia Reuters destacando que China parece imparable, con firmas como Didi Chuxing saliendo a la bolsa de Nueva York, pero también con empresas como Huawei, cuestionadas por el gobierno estadounidense y naciones europeas con argumentos que esgrimen razones de seguridad nacional, y con compañías como Xiaomi o Bytedance, la creadora de Tik Tok, que están o estuvieron en la mira de las autoridades estadounidenses, y que se han salvado, por ahora.
Es una actitud de asombro ante el milagro chino de las últimas décadas, pero, al mismo tiempo, un entorno que pareciera decir: “Todos contra China”.
“[Algo] gatillado por la política inicial de Trump, pero que en lo central ha sido continuada por Biden, hay una suerte de alineamiento en Occidente, movido por Estados Unidos, pero también con algunos países europeos, en torno a desconfiar de China, al que denominan Estado tecno-autoritario, con una mezcla de autoritarismo y nuevas tecnologías y, desde ese punto de vista, estamos entrando a un período complejo” detalla el chileno.
Rosales, autor del libro “El Sueño Chino”, cree que esta situación va a durar un par de décadas más, al menos, porque es básicamente una disputa por hegemonía de las nuevas tecnologías del siglo XXI.
“Esa disputa partió por las redes 5G donde claramente Huawei y otras empresas chinas mantienen aún el liderazgo, [pero] donde Estados Unidos ha iniciado el bloqueo a esas empresas, tanto impidiéndoles el acceso a insumos de alta tecnología como los microchips y bloqueando inversiones chinas en empresas de alta tecnología norteamericana y en que algunos países europeos replicaron con políticas parecidas”, explica a AméricaEconomía.
Algo en lo que coincide Oliver Stuenkel, profesor asociado de la escuela de relaciones internacionales de la Fundación Getúlio Vargas, quien considera que el aspecto tecnológico es visto como la gran oportunidad para que China pueda posicionarse y proyectar su influencia mundial con más facilidad.
“La tecnología 5G es apenas el primer aspecto que se ve influenciado por este tema. Obviamente la principal preocupación es que Estados Unidos y China están en camino de construir sus respectivas esferas tecnológicas de influencia con diferentes estándares tecnológicos, no sólo para 5G, sino también con respecto a innovaciones tecnológicas que vamos a ver en los próximos años como inteligencia artificial, computación cuántica, entre otras. Esto puede ser para mí una preocupación grande, que estas esferas tecnológicas se tornen en esferas de influencia clásica como lo vimos en la Guerra Fría complicando así la cooperación”, dijo el académico brasileño en un reciente evento 5G de AméricaEconomía.
La preocupación por el poder y, en consecuencia, la hegemonía que alcance China a nivel global es el peligro al que hoy temen muchas naciones. Algo que durante el gobierno de Donald Trump se exacerbó bastante, pero en lo que muchos académicos no están de acuerdo. Básicamente, porque los datos no lo estarían sustentando.
“La inversión directa de Estados Unidos solo en Latinoamérica es de US$ 2,6 billones al año, y va unida a la venta de armas. En tanto que la inversión China bordea los US$ 1,25 billones […] la venta de armas [de Estados Unidos] a Latinoamérica es gigante mientras que China no tiene bases militares en Latinoamérica, no hay evidencia de que esté construyendo alianzas militares ni ocupaciones […] así que no es tanto hegemonía como el debate global sobre Bretton Woods [el acuerdo de 1944 que buscó el fin del proteccionismo y las reglas financieras para los países industrializados], democracia liberal y liderazgo de Estados Unidos versus China y su sueño chino en América”, dice a AméricaEconomía la académica estadounidense Carol Wise, autora del libro "Dragonomics", sobre la influencia china de los últimos años en nuestro continente.
De todos modos, Estados Unidos fue capaz de arrastrar a Europa, Japón, Corea del Sur, India y Australia, como los principales actores que han manifestado diferencias y han formalizado algún tipo de conflicto con China recientemente, bajo la idea de que el país asiático constituiría una amenaza contra el orden mundial y contra la democracia liberal de Occidente.
“Creo que eso es una construcción política que es razonable que se plantee, pero en realidad es la disputa que plantea China a Occidente en términos económicos y tecnológicos y que en el contexto de una economía global aparece como un riesgo cierto. Pero respecto de la diferencia que Occidente pueda tener con los sistemas de gobernanza y gobernabilidad chinos tradicionales, no es riguroso plantear que de ahí derive una amenaza por la vía de una escalada imperialista de China”, indica a AméricaEconomía Mauricio Bugueño, gerente de contenidos de la firma de comunicaciones, Kom, quien ha sido asesor de política internacional en la Cancillería chilena y para diferentes empresas privadas.
Pero más allá de la coyuntura de los 100 años, lo que se debe valorar de acuerdo con Bugueño es que “dentro del Partido Comunista Chino la idea de la nación china siempre fue y sigue siendo lo más importante, la idea de una nación unida, que es la base de su identidad”.
Para el analista, es un camino que se inició con Deng Xiaoping desde 1978 en adelante, que básicamente es la idea de un Partido Comunista Chino que logró instalar muy fuertemente un componente pragmático y de modernización capitalista dentro del sistema.
“Y la síntesis de todo esto es la gestión de Xi Jinping, que se ha propuesto culminar esta transformación de China en un país moderno y próspero y que es lo que hoy enfrenta el Partido Comunista Chino” recalca el ejecutivo.
La pregunta obvia es, ¿Cuál es la China que veremos en los siguientes cien años?
“Veremos a una China integrada. Creo que ahí ellos tienen tomada una decisión respecto de lo que va a pasar con Hong Kong, con Taiwán. Hay una voluntad que finalmente va a decantar en una fórmula para resolver el tema de la unidad china y esto va a requerir más ductilidad o nuevas formas de entender cómo se van a resolver los problemas políticos pendientes que involucran esa unidad china”, dice el analista.
Pero no todo es política en el futuro chino.
El país deberá lidiar también con los mismos problemas que cualquier otra nación que avanza hacia el desarrollo y la modernización.
“Va a tener que enfrentar en algún momento el tema de las libertades, de la valoración del ocio, de las brechas existentes entre ricos y pobres; en China se han expresado hasta ahora entre la costa rica y un interior pobre, pero también en la parte desarrollada, entre los famosos lay flatters, esa nueva generación que no quiere trabajar que es una manifestación de anomia, de no coincidencia entre las expectativas que la sociedad le genera a las nuevas generaciones, pero que no pueden cumplir y que genera una rebeldía contra las normas establecidas”, agrega Bugueño.
Otro punto relevante para el ejecutivo es el objetivo del aumento del consumo interno que plantea muchos desafíos al modelo de desarrollo chino.
“El gasto interno representa menos del 40% del PIB chino, hasta ahora la economía se ha basado en inversión y exportaciones y eso ha sido lo central en las últimas tres décadas. Su gasto interno es bajo con respecto a Estados Unidos cuyo gasto interno es del 70% del PIB. Es muy probable que no pueda alcanzar esa misma cifra, pero sí ya el hecho de que avances desde un 40% a un 50% del PIB sería un resultado muy importante, tanto para China como para todo el mundo”, detalla.
CHINA Y LATINOAMÉRICA
Durante las últimas décadas las relaciones económicas y diplomáticas de la región latinoamericana con China han ido profundizándose y hoy es el segundo socio comercial de países sudamericanos como Chile, Perú, Argentina, Uruguay y Brasil. Chile, Perú y Costa Rica, además, tienen tratados de libre comercio con el país.
“Geopolíticamente [la relación con la región] es importante por las materias primas que provee el continente en forma importante hacia China y también por la consolidación de un espacio de influencia política en la región y por la importancia de Latinoamérica en el Pacífico”, indica Mauricio Bugueño.
“Desde ese punto de vista, el vínculo con China es muy importante en lo comercial y lo económico: cada punto de PIB chino repercute mucho más en las economías latinoamericanas, tanto en su PIB como en sus exportaciones, que un punto del PIB de la economía norteamericana o de la economía europea. El vínculo se ha venido gestando con fuerza en estos 20 años del nuevo siglo”, agrega Osvaldo Rosales.
Y es que los números de China son destacados: en minería consume el 55% de hierro del mundo, la mitad del cobre, del aluminio y zinc, de acuerdo con datos de la Comisión Chilena del Cobre (COCHILCO). Además, consume el 30% de la soja del mundo, según datos del gobierno argentino, uno de sus principales proveedores para este grano.
“Hay razones de sobra para decir que las relaciones son estructurales y seguirán siendo importantes a futuro, más allá de consideraciones políticas”, vaticina Mauricio Bugueño.
Pero tanto Bugueño como Rosales coinciden en destacar que es necesario que la región diversifique su oferta comercial con China, más allá de las materias primas.
“Hay un desafío en torno a ir avanzando en la industrialización de los recursos naturales, ir agregándoles valor, conocimiento y tecnología y también explorar la exportación de servicios”, detalla Bugueño.
“Atraer más inversiones chinas, ampliando tanto los sectores de destino como el origen de esa inversión, que no sean solo grandes empresas estatales, sino que también empresas de tamaño medio y de carácter privado le hace mejor a la propia institucionalidad y macroeconomía de nuestra región”, dice Osvaldo Rosales.
Pero finalmente, el desafío global, más allá de los económicos y comerciales, “es que la región tenga la capacidad de mejorar su cooperación y su propia integración regional para impedir que se intente incorporar a la región en el seno de esta disputa hegemónica con Estados Unidos, que es lo que menos le conviene a la región, que debiera ser capaz de defender sus propios intereses y debiese ser capaz de establecer vínculos con ambas potencias”, concluye Rosales.