El reto educativo para la próxima década es inmenso. Desde el presente observamos que la base de la riqueza de las naciones ya no está en el capital industrial y financiero, sino en el capital humano. Por lo tanto la educación es la principal palanca de desarrollo e innovación de los países y debe adaptarse a las condiciones que desde hoy se proyectan como preponderantes para el mundo del mañana.
La educación del futuro no estará basada en la cantidad de conocimiento que la gente acumule, porque éste se generará por segundo en un mundo dominado por el avance tecnológico; la educación del futuro deberá ser forjadora de capacidades flexibles de aprendizaje.
La educación, tanto en el presente como en los años venideros, debe crear las condiciones que garanticen las libertades humanas, educando a las personas para valorar su libertad y defender la democracia. A nivel mundial la educación tiene además retos condicionantes en tiempo, lugar, instituciones y apertura.
En cuanto al tiempo, los sistemas educativos deberán ser capaces de ser estar disponibles para cualquier persona, en cualquier momento de su vida. En cuanto a lugar, los sistemas educativos deberán apoyarse en las tecnologías de comunicación para llevar el aprendizaje a todas partes y a todas las personas que sea posible. En cuanto a las instituciones, deberán ser tan flexibles que den cabida a diferentes tipos de personas. Por las razones mencionadas, la apertura educativa deberá ser del todo incluyente, beneficiando tanto a personas con discapacidades como personas que vivan en zonas de difícil acceso.
El sistema educativo tradicional impuesto en América Latina, por mucho tiempo, no ha sido capaz de discernir los diferentes tipos de inteligencia que menciona Gartner, sino que aplana los métodos sólo al tipo de inteligencia lógica matemática (racional) y sólo quien disponga de ese tipo de atributos podría tener éxito. Tal como hemos visto en una famosa imagen que ilustra el sistema educativo tradicional, un maestro coloca una misma prueba a una clase de animales (un mono, un elefante, un pingüino, un pez, un perro y una foca), diciéndoles que todos deben escalar un árbol. En ese caso, ¿quién obtendrá la más alta calificación? Obviamente aquél que posee las capacidades innatas para escalar el árbol, el mono.
Hoy sabemos por autores como Howard Gartner, que existen diferentes tipos de inteligencia: la inteligencia lingüística (que poseen los literatos), la inteligencia lógica-matemática (de ingenieros, economistas y todas las profesiones de método cuantitativo), la inteligencia espacial-visual (típica de los arquitectos), la inteligencia musical, la inteligencia corporal-cinestésica (por ejemplo, la de los bailarines), la inteligencia intra-personal, la inteligencia inter-personal y la inteligencia naturalista (como la de los biólogos). Por ende, el mayor reto de la educación de los países latinoamericanos, para forjar aprendizaje flexible, considerando los tipos de inteligencia, es llevar el principio de especialización a un nivel de detalle que permita detectar el método apropiado a cada tipo de inteligencia desde la más temprana edad y potenciando con los avances tecnológicos las capacidades de cada quien. De eso dependerá el éxito de las personas y no la frustración de millones sometidos a un sistema único que no respeta las diferencias.
Lo que se debe enseñar en un sistema educativo flexible debe estar enfocado a potenciar las fuentes de felicidad de las personas, desarrollando habilidades socio-emocionales que permitan que cada individuo encuentre su función óptima en la sociedad, por lo tanto, la orientación vocacional debe estar latente desde la educación primaria. Para Howard Gartner la educación debe potenciar mentes creativas e innovadoras, además de ser formadora de valores como actitud, responsabilidad, capacidad de colaboración, iniciativa, persistencia, habilidades de resolución de problemas, autodisciplina y trabajo en equipo.
El mundo laboral del futuro impone algunos retos educativos importantes, de acuerdo al Foro de Davos o Foro Económico Mundial. Por ejemplo, se estima que para el 2021 siete millones de empleos se perderán definitivamente por los avances tecnológicos, en un mundo donde la población no para de crecer, lo que en Latinoamérica nos plantea la interrogante: ¿estamos empleando recursos en educar a futuros desempleados?
También sabemos, gracias a los resultados del Foro de Davos, que los avances tecnológicos que generan una ola disruptiva son: internet móvil, la tecnología de nube, aumento del poder de los procesadores, big data, las energías alternativas, internet de las cosas, economía colaborativa, robótica y transporte autónomo, inteligencia artificial, avance de las manufacturas, impresión 3D, avances en los materiales, biotecnología. Además, sabemos que está en auge el teletrabajo, lo que nos hace pensar que en el futuro desaparecerá el trabajo de oficina. Dadas estas olas tecnológicas disruptivas, los empleos más amenazados serán los administrativos y de oficina, producción y manufactura, construcción y extracción de energías fósiles. Cabe que nos preguntemos, entonces: ¿tiene sentido seguir financiando aulas de clase e instituciones presenciales, si ni siquiera existirán lugares de trabajo presenciales?
De acuerdo al boceto que tenemos desde hoy del futuro, todos los sectores económicos tendrán que reinventarse. El avance tecnológico acortará la vida útil de las habilidades de las personas, que se verán obligadas a estudiar toda su vida, como propone el modelo educativo finlandés, el mejor del mundo. Las habilidades más demandadas entre el 2021 y el 2030 serán: resolución de problemas complejos, pensamiento crítico, creatividad, gestión de personal, coordinación con otros trabajadores, inteligencia emocional, juicio y toma de decisiones, orientación al servicio, negociación y flexibilidad cognitiva. Vale preguntarse: ¿las instituciones educativas latinoamericanas están enseñando esto?
En una visión de las instituciones educativas de nuestra región, especialmente las universidades, nos imaginamos que para que nuestras más reputadas instituciones educativas no mueran bajo al tsunami de olas disruptivas del mundo laboral del futuro, deberán ser abiertas a todo el mundo, innovadoras y a la par de los avances tecnológicos, cooperativas y globales, sin ningún tipo de discriminación. Deben ser transdisciplinarias, flexibles en su currícula y a la vez especializadas; deben ser internacionales y brindar seminarios abiertos con cualquier experto del mundo y especialmente, estar conectadas 100% a las necesidades de las empresas de todo el mundo. Menudo reto.