La economía mundial está viviendo un momento lleno de expectativas y de retos, un mundo prodigioso donde conviven unicornios y dinosaurios. De acuerdo al libro “Tiempo de unicornios”, de Eleodoro y Elio Ventocilla, una empresa unicornio es el tipo de startup que se dedica principalmente al sector servicios (como Uber, Pinterest, Airbnb, Spotify), tiene una estructura organizativa muy flexible, basada en las nuevas tecnologías disruptivas, con costos marginales que tienden a cero, modelo de negocio innovador y valoración de capital mayor a US$1.000 millones.
Por otra parte, de acuerdo a este maravilloso libro, las empresas dinosaurias son todas aquellas pertenecientes a las industrias extractivas y manufactureras que dominaron durante el siglo XX y que se caracterizan por poseer gran tamaño de activos, instalaciones y movilización de altos volúmenes de factores productivos.
¿Pero qué está ocurriendo en el mundo de las empresas que se están imponiendo los unicornios y el valor lo genera principalmente la innovación y creatividad, y no la simple transformación de los recursos en bienes y servicios? Digamos que el fenómeno es el resultado de modelos de negocio que se mueven más velozmente que antes y que se configuran a partir de las tecnologías disruptivas que caracterizan a la Cuarta Revolución Industrial.
Lo cierto es que en todo el mundo estamos viviendo una transición compleja, donde debemos convivir al mismo tiempo con dinosaurios y unicornios, no sólo refiriéndonos a los tipos de empresas, sino al tipo de mentalidades propiciadoras del cambio creativo o a aquellas mentes que se oponen enérgicamente a este.
El cambio de paradigma en el mundo de la producción se debe a que ha mutado dramáticamente el concepto de valor y de riqueza. El valor lo agregan las ideas innovadoras y la riqueza proviene de poner a esas ideas en acción a través de plataformas tecnológicas de intercambio de bienes y servicios, y de relaciones sociales que generan una conversión económica capaz de acumular millones y millones de dólares.
Actualmente, una startup puede ubicar capital humano de alta calidad en cualquier parte del mundo gracias a redes sociales como Lindkedin; funcionar con teletrabajo entre varios países; realizar marketing digital a través de la generación de contenido innovador sobre Facebook, Twitter, Instagram, Youtube o Pinterest, transformando los intereses y sueños de millones de personas en intercambios comerciales capaces de producir ganancias extraordinarias.
El mundo de hoy se mueve a la velocidad de la banda ancha de internet. Mientras más eficiente sea la plataforma de telecomunicaciones de un país, más oportunidades existirán para que surjan empresas unicornios que emprendan el vuelo de mágicas ganancias en el mercado global. Por el contrario, mientras más lento sea el internet de un país, más se retarda el proceso de extinción de los dinosaurios a nivel de modelos de negocio obsoletos, funcionarios dinosaurios, procesos burocráticos e instituciones públicas ineficientes.
En países como Venezuela la complejidad y el reto de adaptación es enorme, porque el deterioro del sistema productivo y la infraestructura de los sectores estratégicos nos hacen sentir en el Cretácico y convivir permanentemente con dinosaurios en peligro de extinción. No obstante, la globalización nos permite mantenernos enterados de las ventajas y magias de los unicornios, además de soñar con tenerlos.
En Venezuela, la generación de millennials tiene infinitas ideas de startups basadas en blockchain (no sólo para criptomonedas), inteligencia artificial y redes sociales. Sin embargo, la crisis de los servicios controlados por el Estado (especialmente, electricidad e internet) cortan las alas a los unicornios, antes que puedan emprender el vuelo (excepto el vuelo migratorio) y extinguen a las empresas dinosaurias y a las fuentes de empleo tradicionales. En el caso venezolano, todas las empresas dinosaurias están en peligro de extinción, incluyendo las públicas; el ecosistema depredador propicia la supervivencia de ideas y personajes jurásicos que frenan el desarrollo del país y obstaculizan el despegue de los unicornios.
Es muy importante que para que las economías latinoamericanas se pueblen de unicornios, que las sociedades fomenten los ecosistemas de innovación y no los ecosistemas depredadores de la innovación. Recordemos que los ecosistemas depredadores se caracterizan por el excesivo intervencionismo del Estado, que sofoca toda iniciativa privada con controles de precios, trabas burocráticas y destrucción de las condiciones óptimas del ambiente de negocios.
La idea principal de adaptación a los retos de la Cuarta Revolución Industrial debe ser simplificar los trámites para emprendedores y nuevas empresas, agilizar la banda ancha y potenciar la educación tecnológica, para fomentar el desarrollo de ecosistemas innovadores y la aparición de unicornios. Y seguramente con los unicornios, se tendrá más mercado y menos Estado, más participación ciudadana en la economía y menos intervencionismo gubernamental, un mundo mágico de libertades económicas.