En los dos últimos años, la ralentización económica que han sufrido gran parte de los países del mundo, y entre ellos también los latinoamericanos, ha supuesto, por desgracia, una ralentización de las inversiones en infraestructuras.
Ante los menores ingresos fiscales, los gobiernos han decidido cuadrar los presupuestos por la vía más rápida: retrasando proyectos de infraestructuras. Y esta política está comenzando a tener algunas consecuencias. Como muestra el sub-ranking 2.01 sobre calidad de infraestructuras, publicado el pasado mes de septiembre por el Word Economic Forum, del que se puede extraer varias conclusiones.
La primera es que hay una correlación fuerte entre renta per capita de los países y calidad de sus infraestructuras. Cuanto más ricos mejores infraestructuras, y viceversa. Cuanto mejores sean las infraestructuras, más aumenta la riqueza del país a largo plazo. Y en un plazo más corto, a medio tiempo, se facilita el crecimiento económico ya que actúan como dinamizadores de los territorios. Lo que parece claro, aunque para eso no sea necesario un ranking realizado en Suiza ya que es algo lógico, es que sin una mejora de las infraestructuras el bienestar y la economía en el futuro se resentirán.
La segunda, no por ser menos comentada, por su transcendencia, es también muy importante. La calidad de las infraestructuras en la mayor parte de los países de la región recibe cada vez una menor puntuación, lo que tampoco contribuye a impulsar el dinamismo de los territorios.
De los diecisiete países abajo analizados (ver tabla abajo), el puntaje de sus infraestructuras ha disminuido en quince. El informe WEF de competitividad la califica de 0 (muy mala) a 7 (perfectas). Pues bien, si hace dos años la mayor parte de los países se ubicada en el entorno de 3,5 a 4,0 en la última edición de su Informe Global de Competividad la región en su conjunto ha bajado al rango de 3,0 a 3,5.
Una señal de alerta porque a la bajada de la calidad de las infraestructuras locales hay que añadir que otras regiones del mundo mejoran, en una competición global en la que América Latina parece hacerse quedado algo rezagada.
Eso explica, y sería la tercera conclusión que podemos extraer de este ránking, que excepto Chile, Panamá y México, el resto de las naciones latinoamericana estén en la parte baja de este ránking de calidad de infraestructuras, es decir por debajo de la posición 70 de los 128 países analizados
El crecimiento económico de la última década en América Latina ha sido muy positivo a todos los niveles. Crecimiento económico, mejoras sociales y mejores infraestructuras. Aunque en este caso, en ocasiones el desarrollo de aeropuertos, puertos, carreras y transportes públicos no ha estado todo lo alineado que debiera con la demanda de ciudadanos y empresas.
Es muy importante que la construcción de infraestructuras como metros, carreteras, aeropuertos, energéticas, etc…, vaya siempre acompañando la demanda, y con una lógica previsión a largo plazo, para que obras recién inauguradas no queden colapsadas en pocos años y, al mismo tiempo, poniendo un ojo en las economías más modernas e innovadoras del mundo con las que competimos por la inversión y la producción.
El crecimiento demográfico y económico de la región, que aunque no tan acelerado como en la década anterior, sigue siendo positivo, hace de las nuevas infraestructuras no solo una necesitad, sino sobre toda una oportunidad para crecer y contribuir de forma determinante al desarrollo de la región. De todos es sabido que empresas de todo el mundo están deseando poder invertir en la región, en esquemas de asociación pública-privada.
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