¿Está girando América Latina hacia la derecha?
Las recientes elecciones parecen apuntar en esa dirección. Después de 20 años de gobiernos de centro izquierda, Chile eligió a Sebastián Piñera, un empresario de centro derecha, como nuevo presidente. Costa Rica eligió este año a su primera mujer presidente, Laura Chinchilla, quien, al igual que su antecesor Óscar Arias, es una conservadora moderada. Y en junio, Colombia elevó a la presidencia a Juan Manuel Santos, un aliado del conservador presidente Álvaro Uribe, con un arrollador margen de más de 40% por sobre su rival. Estos tres formarán parte del grupo de otros presidentes de centro derecha, entre los que están Ricardo Martinelli, de Panamá, Alan García, de Perú, Felipe Calderón, de México, y Porfirio Lobos ,de Honduras.
La creciente presencia de una derecha democrática en América Latina indica que la distancia entre los políticos y los partidos de centro izquierda y de centro derecha finalmente se está estrechando. La izquierda hizo primero la transición hacia el centro. Los antiguos marxistas aceptaron las reglas del juego democrático y comenzaron a combinar políticas económicas neoliberales con políticas sociales innovadoras. A la derecha le tomó un poco más de tiempo recorrer esta transición, porque los regímenes militares habían dejado el poder hace menos tiempo. Por eso los políticos civiles y los partidos que colaboraron con los militares necesitaron más tiempo para moverse hacia el centro democrático. Pero también los demócratas de derecha han seguido una mezcla ecléctica de políticas neoliberales y políticas sociales.
Esto explica por qué la división política más importante en América Latina no es el eje izquierda-derecha, sino más bien el eje democracia-autoritarismo.
Los presidentes de centro derecha mencionados tienen más en común con mandatarios de centro izquierda como José Mujica, de Uruguay, Mauricio Funes, de El Salvador, y Lula da Silva de Brasil, que con populistas autoritarios elegidos democráticamente como Hugo Chávez, de Venezuela, Evo Morales, de Bolivia, y Daniel Ortega, de Nicaragua.
Las crecientes similitudes entre las democracias de centro izquierda y de centro derecha en América Latina pueden reforzarse en los próximos años, debido al impacto que la recesión de fines de 2008 tuvo sobre la sostenibilidad de democracias sociales de alto gasto al estilo europeo. A medida que los países tienen que gastar menos y producir y ahorrar más, las diferencias ideológicas dentro de América Latina se pueden volver menos importantes.
El alto grado de polarización ideológica que caracteriza a la actual política estadounidense parece contradecir esta predicción. Sin embargo, EE.UU. recién comienza a lidiar con su legado de crecimiento económico impulsado por la deuda, ahorros inadecuados, la burbuja inmobiliaria y un sector público inflado. No resulta sorprendente, por ejemplo, que Andrew Cuomo, el demócrata que probablemente sea el próximo gobernador del estado de Nueva York, realice una campaña que parece republicana.
La política en América Latina tal vez ya sea menos ideológica y más pragmática de lo que se piensa. En Chile, los votantes optaron por el candidato conservador, en parte, porque estaban molestos con las elecciones primarias cerradas que realizó la coalición de centro izquierda. Éstas promovieron un candidato de edad más avanzada y que ya había sido presidente, en un momento en que la gente quería alguien nuevo que representara el cambio.
En Panamá, los votantes apoyaron el candidato más conservador porque prometió continuar con las exitosas políticas del presidente saliente, que era más de centro izquierda. En cambio, las victorias de candidatos más conservadores en Perú, Honduras, México y Colombia estuvieron más relacionadas con la ideología.
En México y Perú hubo un fuerte desafío de candidatos populistas y autoritarios que, supuestamente, recibieron dinero y ayuda del presidente Hugo Chávez. En el caso de Honduras, la elección de Lobo fue una reacción al populismo autoritario del depuesto presidente Manuel Zelaya y su creciente cercanía y dependencia de Chávez.
Finalmente, la impresionante victoria de Santos fue, en parte, una reacción al apoyo que Chávez les ha brindado a las FARC colombianas, combinado con la percepción de que su contrincante, Antanas Mockus, no era capaz de proteger la seguridad del país.
Será interesante ver si la existencia de una masa crítica de gobiernos democráticos de centro derecha producirá un cambio en la política que los gobiernos latinoamericanos tienen hacia Chávez.