Uno de cada cinco pueblos indígenas de Latinoamérica ya ha perdido su idioma nativo y para 2030, se calcula que Brasil corre el riesgo de perder un tercio de sus más de 180 lenguas. En México, casi el 60% de sus 68 idiomas están a punto de desaparecer.
Valle de las Palmas. Cuando iba al colegio en la ciudad fronteriza Tecate, Josefina Meza pensaba que sus compañeros querían ser sus amigos porque le repetían una frase en español, aunque ella no la entendía.
En los recreos, mientras hablaba con su hermano en kumiai -una lengua indígena amenazada- les decían “pinches indios”, uno de los insultos más fuertes y discriminatorios usados en México.
“Yo le preguntaba a mi hermano qué significará esa palabra de ‘los indios’”, recordó la activista indígena, de cabellos plateados y 72 años, en la remota comunidad Valle de las Palmas, a media hora de la frontera con Estados Unidos.
“‘Quizá dicen que quieren ser nuestros amigos’, le dije a mi hermano. Pero cuando comencé a hablar más el español y a hablar con ellos me di cuenta que era una burla”, agregó, asegurando que los mayores de su comunidad dejaron de enseñar su lengua para evitar la discriminación.
Como el kumiai, que hablan apenas 381 personas según cifras oficiales, decenas de lenguas indígenas de Latinoamérica están desapareciendo rápidamente a causa de la discriminación, el desplazamiento forzado y la tecnología, dejando en el olvido una maraña de culturas milenarias.
En 2019, un año consagrado a las lenguas indígenas, la Unesco, la organización de la ONU para la educación, la ciencia y la cultura, se ha propuesto una tarea contra reloj: trabajar de la mano con los gobiernos y pueblos originarios para rescatar sus lenguas en peligro y revitalizar las amenazadas.
Pero la tarea no es fácil: uno de cada cinco pueblos indígenas de Latinoamérica ya ha perdido su idioma nativo y para 2030, se calcula que Brasil -el país con mayor cantidad de habla indígena de la región- corre el riesgo de perder un tercio de sus más de 180 lenguas. En México, casi el 60% de sus 68 idiomas están a punto de desaparecer, según cifras oficiales.
En Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Centroamérica el panorama no es distinto. Si bien el aymara, guaraní y quechua gozan de buena salud, no ocurre lo mismo con otras lenguas habladas por indígenas.
El representante de la Unesco en México, Frédéric Vacheron, dijo a Reuters que la extinción de idiomas es un “proceso natural” pero aseguró que cuando una lengua deja de existir “no son solamente palabras que desaparecen; es una cosmovisión, una riqueza cultural, una visión del mundo”.
"Nuestras lenguas no mueren, las matan". La lucha por la supervivencia de las lenguas originarias no es nueva. Desde fines del siglo XV, cuando los españoles y los portugueses conquistaron América, las lenguas amerindias fueron condenadas a un segundo plano.
En 1770, Carlos III, entonces rey de España, las abolió y ordenó incautar todos los documentos en lenguas vernáculas.
Unas 600 sobrevivieron pero cada vez tienen menos adeptos y alrededor de 170 de ellas se encuentran severamente amenazadas: el único registro de contacto con sus hablantes se remonta a 20 años, en algunos casos.
“Las lenguas están corriendo riesgos de desaparición por fenómenos que están vinculados a la globalización, a la falta de un sistema educativo que las valore y a la discriminación que sigue existiendo”, dijo Vacheron, en la Unesco desde 1996.
Gasodá Suruí, un antropólogo de la tribu Suruí-Paíter, en plena selva amazónica de Brasil, dijo que la modernidad y la tecnología amenazan su idioma, el casi extinto tupí-mondé, que cuenta con unos 200 hablantes y en el que no hay palabras para referirse a internet, teléfono, computadora o automóvil.
“Nos sentimos amenazados en todos los aspectos: culturales, ambientales, territoriales y lingüísticos. Todavía dominamos tupí-mondé, pero estamos olvidando muchas de las palabras que necesitamos”, confesó y explicó que en la aldea donde vive, todos hablan portugués.
En los últimos cinco siglos, más de 1.000 lenguas desaparecieron en Brasil. En 1988 el Estado brasileño reconoció que los indígenas tienen derecho a usar sus lenguas originarias.
Desde entonces ha habido avances: se capacitó a miles de profesores indígenas para dar clases a niños, se creó un inventario de la diversidad lingüística y universidades, museos y centros de investigación documentaron las lenguas en peligro.
Pero la gran deuda sigue estando en el día a día, dijeron activistas indígenas entrevistados por Reuters. Por más que se reconozcan las lenguas autóctonas, en Brasil, México y la mayoría de los países de la región es casi imposible estudiar una carrera o realizar un trámite en alguna de ellas.
En febrero, desde la tribuna del Congreso mexicano, la activista indígena Yasnaya Aguilar acusó a las políticas de Estado por ser las principales responsables en la desaparición de varias lenguas autóctonas de su país.
“Aun cuando han cambiado las leyes, nuestras lenguas continúan siendo discriminadas”, dijo Aguilar, hablante de mixe, la lengua materna de unas 90.000 personas en el suroeste de México. “Nuestras lenguas no mueren, las matan. El Estado mexicano las ha borrado. El pensamiento único, la cultura única, el Estado único, con el agua de su nombre las borra”, agregó.
Ñuqanchik. En 1996, el excongresista José Linares ganó un concurso público para aplicar nuevas tecnologías a la enseñanza en Perú.
A sus 76 años, el economista recordó que inicialmente tuvo problemas para implementar el proyecto en uno de los 12 colegios que le asignaron porque la gran mayoría de los niños de una escuela en los andes peruanos sólo hablaba quechua.
Y el programa Logo con el que debía enseñarles estaba en español. Indignado, Linares comandó un equipo que lo tradujo al quechua, un idioma hablado por más de 10 millones de personas en Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú.
“Pero, por más esfuerzos que se hicieron, se quedó allí... como muchas cosas se quedan (a medio camino) en Perú”, confesó Linares a Reuters en su casa de Lima, frente al mar.
Luego, el filántropo acogió alumnos quechuahablantes en su instituto bautizado en honor a Wernher von Braun, el ingeniero alemán que diseñó el cohete que llevó al hombre a la luna. Desde allí ha logrado récords de calidad educativa y algunos de sus alumnos están traduciendo al quechua el lenguaje de programación Scratch, sucesor del Logo.
“Hay que mejorar al quechua y lograr que los quechuahablantes puedan vivir con él”, opinó Linares, quien ha intentado presentarle al Estado un diccionario de alfabetización digital en quechua, con la idea de dotar al idioma de los incas de vocablos que no posee en las áreas de ciencia y tecnología.
Ese mismo Estado lanzó en 2016 “ñuqanchik” (nosotros), el primer noticiero en quechua transmitido por la radio y la televisión estatales. Un año más tarde hizo lo mismo con el aymara, la segunda lengua originaria más hablada en Perú y, a fines del 2018 lanzó un programa cultural en lengua asháninca.
“El hecho de darles la misma jerarquía en el aspecto de presencia en los medios de comunicación con alcance a nivel nacional ha permitido no sólo una revalorización sino una revigorización de las lenguas”, dijo Hugo Colla, presidente del estatal Instituto Nacional de Radio y Televisión (IRTP).
A pesar de ello, aún existe discriminación en Perú.
“Te dicen, ‘¿para qué vas a aprender quechua si todo viene en español o en inglés?’”, confesó Hugo Ramos, de 26 años, quien estudió y ahora da clases en el instituto von Braun de Linares.
Guaraní y Náhuatl, dos historias antagónicas. El Guaraní, uno de los dos idiomas oficiales de Paraguay junto al español, es hablado por unos 12 millones de personas en el sur de América y ha sobrevivido al paso del tiempo, en parte, gracias al histórico aislamiento del país mediterráneo.
Hoy, nueve de cada 10 paraguayos lo habla: es común escucharlo en la calle, en los medios y en debates del Congreso.
Pero otras lenguas, como el guaná o el maká están amenazadas.
“Nuestra mayor lucha es tratar de darle un mayor estatus y tratar de conseguir alguna reglamentación para que estas lenguas indígenas también tengan recursos para ser estudiadas”, dijo Ivonne Gaona, de la Dirección de Educación Indígena del Ministerio de Educación y Ciencias de Paraguay.
Gaona explicó que el mayor desafío es la implementación de su alfabetización, ya que muchas carecen de un abecedario.
En México, el náhuatl ha tenido una historia de glorias y desencantos. Desde el siglo V hasta la llegada de los españoles, el idioma pasó por encima de otros y terminó convirtiéndose en la lengua franca de Mesoamérica, una región que abarca desde la mitad meridional de México hasta Costa Rica.
Los conquistadores españoles gramaticalizaron el náhuatl, que hasta entonces no tenía grafía latina: escribieron crónicas, obras poéticas y documentos administrativos convirtiéndola en una de las lenguas más documentadas y estudiadas de América.
Pero empezó a perder hablantes a medida que el español se extendió por el continente. Pese a ello, los europeos siguieron usando el náhuatl con fines educativos a través de misioneros, llevando la lengua a regiones donde antes no tenía influencia.
A pesar de que es la lengua indígena más usada en México, con unos 1,5 millones de hablantes, la discriminación ha hecho que algunos padres no se la transmitan a sus hijos.
“Mis papás me han enseñado un poquito, pero no lo domino bien”, confesó Miguel Escobar, un estudiante de último año en un colegio de Ecatepec, un municipio adyacente a la capital.
“Me gustaría haber aprendido más porque cuando voy con mis abuelitos no les entiendo, sólo una que otra palabra, pero me gustaría mantener una conversación”, se lamentó el joven, quizá ignorando que el náhuatl le ha prestado al español alrededor de 200 palabras, como apapachar, “acariciar con el alma”.